viernes, 28 de agosto de 2015

Soy terapeuta

Soy terapeuta y se supone que estoy aquí para echar una mano a quien lo necesite y me lo pida.

Echar una mano a quien lo necesita, como es lógico, no es darle tu mano a alguien que tiene un problema. Echar una mano, es coger todo lo que has aprendido sobre el cuerpo y la salud,  y satisfacer con ello la demanda de alguien a quien se supone le vendrá bien para solucionar la situación que le atenaza. Entiendes que le tienes que aportar algo que no tiene, algo que le ayude a superar un límite (el que corresponda al caso: su capacidad: biológica, física, energética, etc.).

Pero ¿te lo ha pedido? Pues se supone que sí. Pero si no sabe cómo solucionar su problema, porque desconoce exactamente qué le pasa y cómo le pasa, cómo va a poder pedir ayuda; no sabe cual es la trascendencia real de la ayuda que pide, lo que implicará para ella curarse.

Entonces es cuando surge el problema entre lo que la persona cree que tiene y como piensa que debe ser solucionado, y lo que realmente tiene y como necesita que sea solucionado. Lo único que le puedes decir, después de unas ligeras ideas generales sobre su problema, es que tenga confianza en lo que le dices, que para eso se supone que te has formado y decides y aceptas tu lugar como terapeuta, así que ella, que también se supone que te a elegido para que le ayudes, tendrá que aceptar lo que implica su decisión y confiar en el proceso.

La característica más relevante de los problemas es que la persona no va a poder solucionarlo, porque le falta información sobre como hacerlo, así que, si no es con ayuda, no lo hará.





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