La felicidad no existe. Esta es una de las peculiaridades que hacen que la felicidad permanezca sin definición clara, mejor dicho, convincente. También es la causa de que se obtenga en una siguiente vida no terrenal y siguiendo unas reglas prometedoras.
La felicidad interesa a las marcas de refrescos y a los sistemas de creencias. Se encuentra entre unas polaridades que no existen: lo bueno y lo malo, el bien y el mal… (a no ser que quieras creer en ellas, por supuesto). Este es el secreto que hace que esta siempre se mantenga en el terreno, tan productivo para otros, de lo inacabado e interminable. Y la alimenta una conciencia que tampoco existe más allá de un problema de desorganización propioceptiva o cognitiva, o ambas.
La felicidad (o mejor dicho su búsqueda, porque ya he dicho que no existe), es de esos inventos preparados exclusivamente para el esfuerzo continuo y la insatisfacción eterna, terreno abonado para los más listos (dicho sinceramente y sin entrecomillado), como no puede ser de otra forma, porque somos presas fáciles, si lo deseamos, en un mundo menos idílico de lo que creemos.
No obstante, conocerse a uno mismo, sin el filtro del desorden, es un buen remedio. Ahí lo dejo.
David GV: salud sin síntomas.
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